Una de las cosas que más trabajo últimamente en sesiones individuales es
“aprender a decir NO”. Cuanto escuchamos (¡y decimos!) esta frase y qué difícil es aplicarla de verdad, siendo auténticas con nosotras mismas, y sin herir a la otra persona, sin ser o temer aparentar ser una persona egoísta, borde, “poca compañera de sus compañeros” ….
Decidir si quiero decir que sí o que no sabiendo que en ambos casos habrá costes y beneficios, es ante todo ser honesta y auténtica con una misma.
Cuantas veces, me he oído decir SÍ por inercia, por automatismo, casi como un reflejo:
“sin problema”, “claro, mándamelo, me encargo yo”, “por supuesto, para ti siempre tengo un rato” …y luego arrepentirme
por no tener tiempo para lo mío o enfadarme
por tener que quedarme hasta las mil para poder acabar con mis propios compromisos y prioridades 😊 ¿Os suena?
Aprender a decir NO, es un largo camino, desde la autoconsciencia
y la voluntad de cambiar, desde el propósito
y disfrute
de serme leal, de estar conectada
conmigo misma, de saber escuchar y entenderme. Un largo camino que cada una de nosotras puede comenzar a su ritmo, según su punto de partida.
Culturalmente, no está bien visto decir NO, “hay que ayudar al prójimo”,ser solidarias y generosas. Sin embargo, si nos fijamos en la definición del egoísmo con cierta
distancia emocional
y cierto nivel de objetividad, podemos apreciar el abismo entre decir no y ese “excesivo amor a sí mismo” y esa necesidad de “atender desmedidamente al propio interés”. ¡Una cosa no implica necesariamente la otra!
Hace unos años, en
el diccionario de ellasCoach definía la asertividad como
“la habilidad de una persona a expresar su opinión, defender sus derechos de forma directa y respetuosa, sin intención de herir al otro”
Para mí, ubicarme en la escala de la asertividad
fue un ejercicio y una herramienta de una grandísima ayuda
y la uso muchísimo en mis sesiones de coaching.
En esta escala el equilibrio está en el medio, en la asertividad; punto en el cual conseguimos escucharnos y comunicarnos con respeto y empatía para defender nuestras opiniones, trasladar nuestras expectativas o dar un feedback, y estamos abiertas al punto de vista del otro: la comunicación fluye.
Sin embargo, me atrevería decir que la asertividad no es “natural”
y que solemos estar en uno de los polos opuestos,
- en la pasividad: digo que sí aun pensando no, o simplemente me callo, no opino, me ajusto a lo que dice la mayoría. No hay comunicación por mi parte
y esto puede provocar resentimiento y enfado en mi.
- en la agresividad: hablo con vehemencia, impongo mi punto de vista o me cierro al punto de vista del otro. Bloqueo la comunicación
pues o bien se hace unilateral o provoca agresividad en respuesta por parte del interlocutor.
Todos tenemos una preferencia y adoptaremos naturalmente más una respuesta de nivel 10 (agresividad) o de un nivel un 0 (pasividad). Por lo tanto, la primera parte del ejercicio es ubicarnos en esta escala, ¡puede ser diferente según los entornos en los que me muevo (familia, trabajo, amigos, etc.) o no!
Digo un ejercicio porque, para mí, realmente supuso (¡y sigue suponiendo en algunos contextos!) un esfuerzo, a veces lo consigo y otras no. Y está muy bien así, en todos los casos, hoy puedo verlo, pararme y reflexionar sobre lo que me ha permitido ser asertiva o lo que me lo ha impedido
para así, poco a poco, poder entenderme y conocerme mejor preguntándome: ¿en qué situaciones me cuesta más? ¿Es más, con la familia? ¿En el trabajo? ¿Con los amigos? ¿Qué siento? ¿Qué me digo? ¿Y qué es lo que temo?
A esta última pregunta, hablando con mis coachees, lo que más suele haber debajo de esta incapacidad a decir NO, es que nuestros interlocutores:
- piensen que soy una egoísta
- se ofendan
- no vuelvan a contar conmigo
- se dañe la relación
- piensen que no soy capaz
Y si vamos un paso más allá, en la profundidad,
siendo seres sociales con necesidad de pertenencia, lo que suele acabar saliendo es que tememos que dejen de apreciarnos, de valorarnos y de querernos.
Al principio, para mí, estos motivos me eran completamente ajenos: “hombre, no, yo lo hago para ayudar, no hay que darles tantas vueltas a las cosas”. Poco a poco, haciendo el ejercicio en los diferentes contextos de mi vida, sí que había algo de estas aprensiones.
Gracias a un gran maestro mío, hoy a mí me gusta verlo como dos caras de la misma moneda: SÍ / NO.
- Si digo que sí a la otra persona, me digo que no a mí misma: ¿a qué renuncio?, ¿Qué coste tiene?, ¿Me compensa asumir este coste?
- Si digo que no a la otra persona, me digo que sí a mí misma: ¿en qué me beneficia?, ¿Qué coste tiene para la otra persona?, ¿Y para nuestra relación?, ¿Me compensa? Puedo/quiero compensárselo a la otra persona con un "sí, pero ahora no.."?
¿Te atreves a probar el ejercicio?
Te invito a reflexionar sobre ello y a ubicarte en la escala de la asertividad
😊