A menudo nos preguntan:
¿qué es el Coaching?
El Coaching es presencia y escucha -entre otras cosas.
¿Y cómo podemos definir la
escucha
en Coaching? Es una escucha amable, una escucha que legitima, que abraza, que es compasiva. También es una escucha que reta y que hace devoluciones, que hace reflexionar. Es una escucha que abre campo, que tiene paciencia, que deja espacio, que confía…
¿Y qué se necesita para escuchar?
- No hablar. El silencio.
- Disminuir nuestro ruido mental. Practicar nuestra presencia. Estar con el otro…
- Abrir el corazón. Amar incondicionalmente las dificultades del otro.
- Bailar con lo que venga y reconocer nuestras propias emociones. Somos humanos y aquello que escuchamos nos conmueve, nos despierta emociones… observarlas, compartirlas tal vez…
El silencio.
¿Por qué nos cuesta tanto permanecer en silencio? Quizá tenga que ver con nuestra costumbre con estar en “el hacer” (y si hablo estoy haciendo). Como coaches, nos retamos a estar en ese lugar de silencio, nos retamos a sostenerlo.
En silencio escuchamos, confiamos, dejamos espacio.
Disminuir nuestro ruido mental. Presencia
Esto no resulta fácil. Somos seres humanos, y estamos constantemente pensando y generando ideas. Como dicen en la India nuestra mente es como un caballo desbocado. Aprender a disminuir nuestros propios pensamientos, aprender a bajar la rueda del volumen, requiere práctica. Podemos decir que es una práctica que puede durar toda una vida.
¿Cómo practicamos esto? Por supuesto con la meditación o el mindfulness. Y también con la meditación informal, estando presentes y en contacto con nuestros sentidos. Cuando nos duchamos por la mañana, sintiendo cómo cae el agua en nuestro cuerpo… cuando desayunamos, saboreando cada trozo de comida que nos llevamos a la boca… cuando conducimos o paseamos, mediante el tacto al agarrar el volante, o mediante el sonido de nuestra pisada al caminar.
Abrir el corazón. Amar incondicionalmente las dificultades del otro.
La aceptación y la mirada amorosa, forman parte imprescindible del camino. Todos somos seres valiosos, con nuestros sueños, nuestras metas y nuestras dificultades. Y al final… nada de lo humano me es ajeno.
De hecho, si algo que escucho que me produce mucho rechazo, probablemente sea algo que pueda trabajar yo a nivel individual.
Reconocer nuestras propias emociones.
Estar en la Escucha profunda requiere también estar en sintonía con lo que nos pasa mientras escuchamos. Nos emocionamos, nos enfadamos, nos ponemos tristes, sentimos miedo, alegría… poder verlo y bailar con ello es esencial cuando estamos con el otro.
Así que, desde esta escucha no decimos qué hacer y no damos consejos, ya que las respuestas más valiosas las tiene el otro. Sabemos que a veces es difícil, ya que muchas veces nos nace nuestro espíritu “salvador” y queremos rescatar o “ayudar” al otro… darle una solución cuanto antes… pero realmente, en muchos casos lo que realmente queremos es ser escuchados, y por supuesto, escucharnos a nosotros mismos.
Desde esta escucha sí hacemos preguntas. Preguntas abiertas, preguntas potentes, preguntas que invitan a la reflexión.
Desde esta escucha también hacemos devoluciones. Devoluciones que alumbran, dan luz, pone foco… devoluciones que muchas veces son un puro espejo, para que el otro pueda mirarse.
Desde esta escucha estamos con y para el otro. Desde nuestra esencia más pura y desde nuestro ego-less, tratando de estar detrás, pequeñitos, sin protagonismo… preparados en cualquier momento para irnos… y dejar volar.
Y, por último, te dejamos un reto, para los próximos días. Escoge a una persona de tu entorno, familiar, compañero de trabajo, amigo de un amigo… que consideres “un poco pesado”, que pienses que habla mucho y que normalmente te cueste escuchar. ¿Lo tienes ya en mente? Tu reto para los próximos días es propiciar verle y poner toda tu voluntad y tus sentidos en escucharle.
¿Te animas a probar a Escuchar?
Cuéntanos.