A menudo oímos:
“no cambies nunca”. Esto se lo decimos muchas veces a algún ser querido al que tenemos estima y aprecio, con el que tenemos un vínculo y el cual nos importa. Puede que nos resulte que tiene
unos
valores acertados, o algo en su personalidad, de su esencia, que
queremos que permanezca en él o en ella para siempre. “Esta persona es muy empática y sabe cómo y cuándo ayudar a sus seres queridos…” y le decimos: “¡no cambies nunca!”.
¿Qué sucede? Que el
cambio
es parte de la vida.
El cambio está en la naturaleza, en los seres vivos, y en todos y cada uno de nosotros.
Y también es verdad que el cambio tiene un sentido peyorativo en el lenguaje
muchas veces. Cuando le decimos a un ser querido: “no cambies nunca”, le estamos diciendo: “te quiero, quiero a tu ser, a tu esencia, a tus principios, a tus valores…”.
¿Y es tal vez cierto, que hay una parte de nosotros que no cambia nunca? ¿Nuestra esencia… nuestra base… nuestras raíces… algo como “inamovible”?
Pero una vez dicho esto, todo lo demás está en constante evolución o transformación. Y solo a través del cambio aprendemos y crecemos.
Los cambios pueden ser de muchos tipos. Se nos ocurren 2 tipos de distinciones
en cuanto al cambio se refiere:
1. Cambio de añadir
2. Cambio de soltar
Como decía la profesora de uno de nuestros hijos en una tutoría, a los niños les cuesta mucho menos aprender a sumar que a restar… y nos quedamos reflexionando sobre esto. A los seres humanos nos cuesta mucho más soltar, dejar ir, despedirnos de… que añadir, sumar, incorporar…
lo verdaderamente difícil para nosotros es dejar ir.
1. Cambio de añadir (hacer cambios). Este sería el nivel principiante. No nos suele suponer un gran reto cuando se trata de añadir algún tipo de aprendizaje. Es cierto que a veces nos puede costar incorporar un nuevo hábito en nuestra rutina… pero no suele ser un desafío importante.
2. Cambio de soltar (transformación). Cuando hablamos de soltar, dejar ir… esto ya es otra historia. Lo vemos muchas veces en nuestras sesiones de Coaching cuando nuestro cliente viene diciéndonos que intenta cambiar una y otra vez y que no lo consigue. Estos cambios suelen ser cambios más profundos a nivel interior.
Y aquí utilizamos la palabra Transformación, el mero cambio ya no nos sirve. Para nosotras, estos cambios requieren de una transformación para que pueda suceder.
Tiene que ver con cambiar la mirada del mundo que nos rodea, tiene que ver con un movimiento en nuestro interior nuclear. Y aquí está el verdadero desafío, ya que esto no lo conseguimos si no es soltando.
- ¿Quizá he sido siempre la mujer servicial
que complace y sonríe, aunque no esté bien?
- ¿Quizá he sido el hombre fuerte
que no se queja para ser aceptado socialmente?
- ¿Quizá he sido la mujer exitosa
que supervisa todo lo que sucede a su alrededor para ser querida?
- ¿Quizá he sido el hombre que no se ha permitido fallar, y que ha hecho siempre aquello que se esperaba de él para ser leal a su familia de origen?
¿Y qué sucede en una transformación? Hay un aprendizaje cognitivo, algo de lo que nos damos cuenta… y que mueve algo nuclear en nosotros. Y a partir de ahí comenzamos a transitar el camino de soltar…
- No quiero seguir sonriendo cuando estoy triste, me hace daño.
- No quiero seguir siendo el fuerte cuando en realidad estoy cansado. Voy a mostrar mi vulnerabilidad porque sigo siendo fuerte en ella.
- Estoy cansada de intentar tener todo bajo control, voy a dejar que otros comiencen a hacerlo en determinados momentos.
- Es agotador vivir siempre a expensas de lo que los demás esperan de mi… voy a empezar a pensar por mi mismo…
Y a partir de aquí empezamos a soltar… soltamos el personaje
complaciente que no me deja expresarme tal y como me siento. Soltamos el personaje fuerte, “al que nunca le pasa nada”, porque nos damos cuenta de que también somos fuertes en nuestra vulnerabilidad. Soltamos el personaje de la mujer perfecta, porque también queremos equivocarnos y relajarnos por el camino… Soltamos la lealtad externa y constante, para pasar a escucharnos a nosotros mismos.
¿Y qué sucede? ¿por qué nos es tan doloroso? ¿por qué nos da tanto miedo? ¿qué hay debajo? Miedo a que no nos quieran. Miedo a no pertenecer. Miedo a no ser valiosos. Miedo a dejar ir este personaje, esta etiqueta, esta parte de nuestra identidad que, a veces, nos acompaña desde la infancia. Pero, como decíamos al principio, quien nos quiere bien, nos quiere por nuestro ser, y no por nuestro hacer.
Y hay otro miedo, ¿si no soy ese personaje que llevo habitando tanto tiempo, entonces quién soy?
Porque como decía el maestro de nuestro maestro: el ser humano se identifica, se identifica, se identifica…
Te animamos a que pruebes a construir tu nuevo personaje. Con aquellos ingredientes que quieras conservar del anterior, y con los nuevos que quieras adquirir… y en el camino de hacerlo, estarás soltando.
Suelta con confianza, con amor, con humildad. Suelta con cariño, con paciencia, con liviandad. ¡Puedes permitirte jugar en el camino! Porque al final, todos tenemos muchos personajes.
¿Te animas a probar? Cuéntanos, nos encantará leerte.