“No consigo desconectar del trabajo”, “la logística familiar es muy pesada”, “quiero volver a la normalidad, ir a la oficina, ver y abrazar a la gente” …Llevamos más de un año acumulando muchas frustraciones de muchos índoles. Y aunque podamos ser más o menos resilientes, hay algo de “pesadez”, algo de “too much” en el aire, en las conversaciones, en el cuerpo y en la mente.
Después de este cúmulo de emociones, cuando se presentan nuevos retos, nuevas crisis, nuevos cambios y duelos, la gratitud nos puede servir como una gran aliada. ¿Para qué? Para parar. Para pensar. Para darnos cuenta. Para afrontar. Para superar. Para relativizar. Para aliviar. Para entrenar nuestra resiliencia. Para conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
Ojo, no estamos diciendo que ser agradecido haga desaparecer nuestras emociones respecto a un evento difícil (ya nos gustaría tener una fórmula mágica), ni que debamos negar el lado negativo de un evento. Sin embargo, como decía el gran
Buda
“el dolor es inevitable, el sufrimiento opcional”.
La gratitud nos puede ayudar a transformar una crisis en oportunidad, nos ayuda a ver las nuevas posibilidades que se abren y a descubrir los aprendizajes
que podemos sacar. Nos podemos preguntar:
- ¿Qué he aprendido
de este cambio o de esta crisis?
- Aunque fue una situación difícil, ¿hay algo que puedo agradecer?
- ¿Qué recurso nuevo
me llevo? ¿O qué recurso he podido usar y entrenar
al enfrentarme a esta situación?
- ¿Hay algo de esta experiencia que puedo usar para ser una mejor persona
(madre/padre, colaborador, jefe, amigo…)?
- ¿Hay algo en esta experiencia que me ha ayudado/”obligado” a superar una limitación
y por la cual puedo ser agradecido/a?
Existen muchos estudios que demuestran que
la gratitud nos cambia la estructura del cerebro
y según el
Mindfulness Awareness Research Center, y estudios de
Robert Emmons,
la gratitud nos hace más felices y más saludables.
Robert Emmons
- el psicólogo americano que enfocó sus estudios en la psicología de la gratitud y autor de varios libros como “Thanks” o “Gratitud works” entre otros - dice que hay dos componentes importantes a la gratitud:
- Afirmar y reconocer
que hay cosas buenas en la vida.
- Entender de dónde provienen estas cosas buenas:
¿a quién puedo agradecerlas? Y así pararnos para reconocer a otras personas y/o fuerzas por las cuales estamos agradecidos/as.
Compartimos algunas de las prácticas
que podemos llevar a cabo para fomentar la gratitude:
1. Diario de la gratitud:
escribir cada día para acordarnos de los regalos y las buenas cosas que nos trae la vida y que disfrutamos. Para qué? Para traerlos a la consciencia y para entrenar el músculo de la gratitud.
Quizás nos cueste un poco al principio y a medida que escribimos en nuestro diario, notaremos como nos surgen de forma cada vez más fluida y natural motivos para ser agradecidos/as. Pueden ser cosas muy cotidianas: “mi pareja me ha preparado el café”, “mi compañera/jefa me ha agradecido mi aportación en el proyecto”, “la luz y el calor del sol esta mañana durante mi pausa” …
2.
Three good things:
una alternativa al diario de la gratitud puede ser sacar tres cosas buenas cada día durante al menos una semana. Explicaremos estas tres cosas concretamente e indicaremos cómo nos hicieron sentir especificando las emociones. Nosotras proponemos variaciones de Three Good Things: lo podemos hacer de forma individual pero también instaurarlo una temporada con nuestro equipo como ritual para empezar o acabar el día, con nuestra familia en la cena…
3. Rituales: cada uno a nuestra manera, crear un ritual de agradecimiento
a través de una oración religiosa, espiritual. También puede ser algún mantra conocido e inspirador
o algún otro que nos hemos inventado y que nos permita a través del lenguaje y de la lectura mantener presente y consciente el agradecimiento.
Otra opción, puede ser tener un post-it en el espejo del baño
o del ordenador o en la pantalla de inicio de nuestro móvil con una frase que nos ayude a mantenernos en una actitud y pensamientos de gratitud. Integrar este ritual en nuestro día a día es un compromiso hacia una vida llena de gratitud.
4. Acuérdate de lo malo: para conseguir ser agradecido/a en el presente, nos puede ayudar recordar otra etapa no tan buena y así tomar consciencia de lo bien que estamos ahora mismo. También nos puede ayudar a ser agradecido/a ver todo el camino recorrido entre esta adversidad y este momento de nuestra vida. Nos ayuda a ponernos en perspectiva y fomenta el sentimiento de gratitud.
5. El lenguaje crea realidad:
Rafael Echevarria
filósofo chileno y autor de “Ontología del lenguaje” dice:
«El lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas”. Por lo que, si queremos desarrollar, entrenar y fomentar la gratitud hemos de
cuidar nuestro lenguaje.
Por supuesto, dando las gracias a las personas que nos rodean por las cosas que nos ocurren y también usando un
vocabulario de gratitud como regalo, bendición, fortuna, abundancia…
6. Regala gratitud: ¡deja que la gratitud sea contagiosa y pon tu granito de arena para despertar la gratitud en los demás!
Pequeños gestos del día a día con tus seres queridos dejando una nota, preparando un desayuno especial. También puedes regalar en el trabajo compañeros de trabajo y/o con desconocidos como por ejemplo ayudando a la persona con un carro a bajar o subir las escaleras…
¡La vida es un campo de prácticas!
Así que anímate y empieza ya…con pequeños pasos o a lo grande…No te preocupes porque como decía el filósofo francés, Jean de la Bruyère: “Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”.