(Foto: Brett Jordan)
En la
primera entrada
sobre el perfeccionismo, compartí algunas de las
características de la perfeccionista, los
diferentes tipos de perfeccionismo
y algunas
ideas para tomar consciencia
de nuestro perfeccionismo.
En esta entrada veremos porque el perfeccionismo se puede resumir con esta frase: ¡la filosofía del “todo o nada”!
Tanto las personas de alto rendimiento
como las perfeccionistas saben ponerse objetivos y trabajar duro, de forma estable y coherente para alcanzarlos. La diferencia entre los dos es que el primero sabe disfrutar de un camino imperfecto, con objetivos casi alcanzados (o ¡casi perfectos!) y celebrar todo lo que sí funcionó. La perfeccionista no lo consigue.
Comparto algunas señales que pueden hacer infeliz a la perfeccionista. No están enumeradas por orden de importancia, pero he de decir que la primera es la más nuclear y la más común:
- El miedo a fallar: la perfeccionista se autoimpone objetivos tan altos y pone el punto de mira en el resultado. Si no lo alcanza a la perfección, o si falla en el camino llega a la decepción, al enfado, al estrés o peor al bloqueo y la depresión.
Por ello, cuando emprende algo, el miedo a fallar está muy presente, y se deja en el camino lo que las personas de alto rendimiento sí pueden conseguir: el disfrute, el ir juntos, la celebración de los pasos conseguidos, los aprendizajes de los errores…
Es cierto que muchas veces para la perfeccionista, este miedo actúa como motor para avanzar hacia sus objetivos, y otras veces le puede frenar
y impedir ni siquiera empezar algo o posponer un objetivo... y esto nos lleva a la siguiente señal...
- La procrastinación o la parálisis por análisis – aka el “nada”
Precisamente por ese miedo a fallar, para la persona perfeccionista, a veces es mejor directamente no hacer o posponer continuamente. Es una gran paradoja de la perfeccionista porque de esta manera está entrando en un círculo vicioso doloroso y muy frustrante: “por el miedo a fallar no hago y por lo tanto he fallado.”
Otro caso es dedicar un tiempo irrazonable a una tarea
que no lo requiere. Por ejemplo, en mi caso en los PowerPoint. He podido tirar horas con el formato, los colores, la colocación de las imágenes…hasta que esté todo bien alineado, estético…y aun así pensar “bueno, no está mal pero podría hacerlo mejor”!
Claro que las presentaciones son importantes, pero ¿tienen que ser perfectas?, ¿Y cuándo se consideran perfectas?
En estos detalles se dedica tiempo y energía que podrían invertir en otros asuntos más importantes y urgentes … ¡o simplemente en descansar!
- Tener objetivos o “estándares” inalcanzables -aka el “todo”
Otra señal importante es que la perfeccionista se propone objetivos excesivos o poco razonables, como una “to-do list” interminable para una jornada de 8 horas. No, en su mente la perfeccionista no entiende que un día tenga 24 horas – “puedo con todo y aun así no es suficiente”.
Por supuesto, uno se puede (pro)poner objetivos para mejorar, retarse, aprender…y esto es muy positivo y sano siempre y cuando se sabe también disfrutar del camino y felicitarse por esa superación … antes de proponerse dar unos pasitos más cuando lo haya alcanzado para seguir en el camino del crecimiento. La perfeccionista no se para a celebrar, le cuesta ver el éxito y celebrarlo como tal porque siempre se puede hacer más.
Y cuando logra algo, no descansa, ya está pensando en el siguiente objetivo.
- Ser muy critica
La perfeccionista tiende a ver el vaso medio vacío, buscar el error y la imperfección, apuntar en lo que falta. Muchas veces es crítica tanto consigo misma como con los demás, y esto puede llevar a dificultar su relación con los demás, y crear un contexto de soledad.
También es cierto que la perfeccionista suele ser aún más dura consigo misma – el fenómeno del “auto-latigazo”; porque en el fundo, tiene sentido con sus rasgos: “me critico a mí misma antes de que los demás lo puedan hacer”. ¡Hasta en esto tiene que ser perfecta!
- A la defensiva
Claro, como la perfeccionista no acepta nada que no sea perfecto, si no alcanza estos objetivos de perfección hay sufrimiento y dolor. Es difícil aceptar la crítica ajena por muy constructiva que sea. Así que otra señal es estar a la defensiva, no aceptar el feedback de mejora de los demás.
Nunca es fácil o agradable recibir críticas, pero las personas de alto rendimiento consiguen aceptarlas como una información que puede ser constructiva y servir a seguir mejorando su desempeño en el futuro.
- Respuesta negativa frente a los errores
La perfeccionista le costará mucho más trabajo aceptar y seguir adelante tras un error en el camino. Tiende a quedarse atrapada en un bucle negativo y le cuesta más trabajo volver al camino para seguir avanzando. “Podría haber hecho esto…”, “Tendría que haber previsto…”, “no estoy a la altura…”, “No puedo, no soy capaz…”.
Este bucle puede llevar a la procrastinación o a la parálisis por análisis, o peor, puede llevar a enfermedades mentales serias como la depresión o la ansiedad.
- Una estrecha relación con el trabajo
Todas las características que acabo de enumerar llevan a la perfeccionista a trabajar mucho (¡demasiado!) para conseguir sus ambiciosos objetivos.
Cuando se decide a no procrastinar, existe una necesidad de controlar su entorno para poder entregar resultados perfectos que los lleva a estar en un bucle de acción - ¡una verdadera “maratón” para alcanzar sus altísimos estándares personales! Dentro de este bucle es muy difícil tomar una legítima y sana pausa o distancia y descansar o simplemente disfrutar de lo conseguido hasta la fecha.
Sin lugar a duda, este asunto da para varias entradas. En la próxima entrada sobre el perfeccionismo
trataré de un tema muy relacionado y que como lo comentaba, sale muchísimo en mis sesiones de coaching: el lamentablemente famoso “síndrome del impostor”.
Mientras tanto algunas cosas que puedes hacer para tomar consciencia y empezar a cuidarte
poco a poco, sin prisas, ¡sin exigencia de controlarlo todo ni de cambiarlo todo de la noche a la mañana!
Puedes preguntarte:
- ¿Me reconozco en algunas de estas características y señales?
Puedes observarte:
- Y analizar los efectos de tu perfeccionismo – ¡No corras!, de momento no se trata de pasar a la acción (¡esto te costará, querida perfeccionista!), sino simplemente observar y registrar tus pensamientos, acciones y emociones…en un primer paso sin ambición de cambiar nada.
- Escucha y apunta lo que te dice tu voz interior: ¿estás siendo excesivamente dura contigo misma?, ¿Te recuerda algo o alguien?, ¿Qué pensarías si escuchases una amiga, compañera, hermana hablarse así?, ¿Qué le dirías?
Puedes probar:
- La práctica del mindfulness puede ayudar a otorgarte estos momentos de legitima y sana pausa volviendo al presente (dejando, aunque sea un ratito, de preocuparte tanto del pasado y del futuro)
¿Cómo lo ves? Si quieres compartir otras señales o si tienes otras recomendaciones, ¡te leemos!