Yo quiero meditar, pero… y ya empiezo con mis “peros”… me cuesta encontrar el momento, no consigo incorporarlo a mi rutina de forma estable, no encuentro un sitio tranquilo en casa para hacerlo…
“Meditar no es difícil, lo difícil es querer meditar” Pablo d’Ors
Realmente, soy consciente de que son excusas. La meditación se puede hacer formal o informalmente. Es decir, para meditar no hace falta estar sentada en un lugar zen, con velas e incienso, una musiquita de fondo ni estar en posición de Lotus. Se puede practicar en absolutamente todo lo que hacemos en nuestro día a día: fregando los platos y sintiendo la sensación del agua fría en mis manos, consciente de la planta de mis pies y de su contacto con el suelo etc. O comiendo, siendo consciente de cada bocado, de cada sabor, de cada textura, estando presente en este momento con lo que estoy haciendo.
¿Pero entonces, por qué no lo consigo incorporar a mi rutina?
Hace pocos días, hablamos con nuestra amiga Pilar Perianes, una crack de la Comunicación y una inmensa fuente de inspiración y energía, con la que tenemos la suerte de compartir sobre nuestras experiencias, perspectivas y proyectos.
Compartiendo reflexiones, nos llegó a preguntar “para ti, ¿cual es la diferencia entre un hábito y una rutina?”.
Una “sincronicidad” como diría el gran
Carl Jung, ya que justo en estos días estábamos
reflexionando sobre lo que nos había costado en el pasado incorporar la meditación en nuestra rutina. Reflexionamos sobre el modelo de
las cuatro fases de la competencia que desarrolló Martin M. Broadwell en 1969 y sobre
los pasos necesarios para adoptar un nuevo hábito
y también sobre
la neurociencia, la neuroplasticidad y la neurogénesis para entender el proceso de transformar este hábito en rutina.
Así que de bote pronto le respondimos lo siguiente:
- Primero nos llegó a la mente la paradoja de la rutina:
Por un lado, bajo nuestro punto de vista, el término rutina tiene una connotación peyorativa. Suena a algo aburrido, repetitivo
– a mi me resonó con el “metro, boulot, dodo” (metro, trabajo, descanso) como se dice en francés.
Y por otro lado, para muchas personas, esa rutina representa la zona de comfort, un espacio seguro, un marco predefinido y conocido que puede generar tranquilidad.
Un hábito tiene una connotación positiva, se suele relacionar con algo sano, los famosos hábitos saludables.
¿Entonces, cuál es la diferencia entre un hábito y una rutina?
Creemos que van de la mano. Desde elles Coach, aquí encontramos el matiz: cuando quiero crear un nuevo hábito, primero paso por varias fases, hasta que por fin consigo realizarlo como una rutina, algo que puedo realizar con el piloto automático activado, algo que necesite muy poca energía por mi parte.
LAS CUATRO FASES DE LA COMPETENCIA de Martin M. BROADWELL
• Incompetente inconsciente: no soy consciente de mi incompetencia, no sé que no sé.
• Incompetente consciente: ya me he dado cuenta de que no sé por lo que pongo en marcha un plan de acción.
• Competente consciente: y poco a poco, poniendo atención, siguiendo un plan conscientemente, empiezo a ser competente. Creo un nuevo hábito, una nueva competencia.
• Competente inconsciente: cuando ya hemos implementado el hábito hasta tal punto que lo tenemos literalmente incorporado (incorporado viene de in corpore, dentro del cuerpo), y no necesitamos pensarlo o planificarlo conscientemente. Esta nueva competencia, este nuevo hábito, se convierte una rutina.
¿Qué pasa en nuestro cerebro en el proceso de convertir un nuevo hábito en una rutina?
El ser humano esta diseñado para sobrevivir, y con este claro objetivo en mente, nuestro cuerpo intenta realizar la mayor cantidad de actividades en piloto automático para poder ahorrar energía y dedicarla a actividades que nos protejan de algún peligro, real o imaginario, físico, psicológico o social. De hecho, realizamos más de un 90% de nuestras actividades automáticamente.
¡No estamos promoviendo el vivir en piloto automático! Simplemente que el cuerpo, para asegurar nuestra sobrevivencia, necesita esta modalidad para ciertas acciones de las más básicas como respirar, digerir etc., y también para otros aprendizajes
como ir en bicicleta, usar un tenedor y cuchillo para comer, 2+2=4 etc.
Acciones para los cuales, ya no necesitamos pensar, ya que los tenemos incorporado, y no tenemos que gastar energía en ello. ¡El ser humano no podría (sobre)vivir conscientemente el 100% de su tiempo, acabaría agotado y poco preparado ante el peligro!
No hablamos de vivir en estado de consciencia plena el 100% del tiempo, y tampoco queremos vivir en piloto automático el 95% del tiempo. De ahí, la idea de meditar para ser más conscientes, estar más enfocados en el presente, para activar este “músculo” con más frecuencia que en un 5% de nuestra actividad diaria. ¡La buena noticia es que hay un gran margen para la mejora!
Creemos profundamente en la necesidad de aprender a vivir en estado de consciencia plena, en el aquí y ahora, sobre todo para otras acciones, como puede ser la presencia, la escucha profunda, o la empatía, habilidades sociales
particularmente importantes en las relaciones interpersonales.
La neurociencia nos ha aportado muchísimo en las ultimas décadas. Un tema apasionante ha sido el descubrimiento científico de que no nacemos con una cantidad limitada de neuronas, sino que seguimos creando nuevas neuronas a lo largo de nuestra vida (neurogénesis).
Además, podemos crear nuevas conexiones neuronales (neuroplasticidad)
así como fortalecer o debilitar otras ya existentes.
Todo un descubrimiento lleno de esperanza para responder a la famosa frase “yo soy así, nunca cambiaré”. Esto nos confirma que el cambio es posible en el ser humano, ya sea aprendiendo e incorporando algo nuevo, o por lo contrario, desaprendiendo algo conocido con el fin de transformarnos.
¿Cuanto tiempo es necesario para convertir un hábito en una rutina?
Hay varias teorías en cuanto al tiempo que necesitamos para integrar un nuevo hábito.
La teoría más famosa, es la de los 21 días. Muchos dicen que se basa en su ensayo “Habit” (1888) William James, otros lo atribuyen al Dr Maxwell Maltz, cirujano plástico, por la observación posoperatorio de sus pacientes y como necesitaban de media 21 días para adaptarse a su nueva imagen.
¡Nunca habíamos cuestionado esta teoría ni su origen hasta leer sobre ello!
Por un lado, está el estudio llevado por Philipa Lally, profesora de la UCL (University College London)
publicado en el European Journal of Social Psychology. Lally realizó el estudio sobre 96 personas durante 12 semanas, en el cual cada uno de los participantes elegía un nuevo hábito que querían incorporar (beber 1 litro de agua al día, correr 15 minutos al día etc. El resultado: 66 días… de media; ¡para algunos fueron 18 días y para otros hasta 254 días!
Por otro lado, escuchamos a la Dra Barbara Frederickson profesora americana - del departamento de psicología de la universidad de Carolina del norte, Chapel Hill
– que demostraba que necesitamos 3 meses. Su teoría se basa en estudios científicos que establecen el ritmo en el que renovamos las células. Dice que, si renovamos un 1% de nuestras células por día, necesitamos 3 meses para renovarlas al 100%. Según ella, este es el motivo por el cual necesitamos que todas las nuevas células hayan “vivido” e incorporado estos pequeños gestos para poder automatizarlos… y así poder realizarlos en piloto automático… Competente Inconsciente.
LAS TRES ETAPAS FUNDAMENTALES AL CAMBIO
¿Cómo podemos crear un nuevo hábito y convertirlo en una rutina?
Cuando trabajamos con organizaciones y personas que quieren ir de un punto A a un punto B, adquiriendo una nueva competencia, integrando una nueva acción en sus vidas, acompañamos desde estas premisas:
1- Lo primero es tomar consciencia, un cambio a nivel cognitivo, ese “momento aha”
gracias al cual nos damos cuenta de algo. Quizás un bloqueo, una creencia limitante, un automatismo que nos pudo llegar a servir hasta la fecha pero que ya no nos trae tantos beneficios, y que nos gustaría cambiar para convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.
En esta etapa, pasamos de la Incompetencia Inconsciente a la Incompetencia Consciente. Aun no hemos adoptado el nuevo hábito, pero somos conscientes de ello.
2- El próximo paso es preguntarnos si realmente queremos cambiarlo, si realmente queremos integrar este nuevo hábito. Esa voluntad, esa intención, es fundamental en este proceso de transformación de un nuevo hábito en una rutina.
3- Si la respuesta es positiva, el tercer paso es ¡pasar a la acción! Pasar de la Incompetencia Consciente a la Competencia Consciente
introduciendo pequeños gestos en nuestro día a día, de forma consciente, con cierta disciplina, organización y planificación. Allí es donde empieza a crearse una nueva conexión neuronal, un nuevo camino en nuestro cerebro que, poco a poco, incorpora la acción a nuestro campo de actividad conocida.
¡Así que ya no hay excusas que valgan, sean 18 o 254 días! Si quieres cambiar, propóntelo, solo depende de ti y de tu auto-motivación integrar ese nuevo hábito. Irás creando un nuevo camino neuronal
para integrarlo, hasta convertirlo en una rutina. Poco a poco, a tu ritmo, solo o acompañado… y recuerda, pequeñas acciones día a día pueden cambiar el mundo (...o tu mundo).
¿Cuándo empiezas?