Se habla mucho del Liderazgo, de cómo ser un buen líder en las organizaciones, y del auto-liderazgo, la capacidad que tenemos desde nuestra responsabilidad de sacar lo mejor de nosotros mismos.
Hoy vamos a dedicar este espacio a hablar de la maternidad y la paternidad. Muchas veces lo comparamos con el Liderazgo, desde la mirada común de sacar lo mejor de las personas que nos rodean, ya sea nuestro equipo o nuestros hijos.
Acompañar es una palabra de 9 letras no siempre fácil de llevar a cabo. ¿Qué necesitamos como padres para poder acompañar en este viaje?
- Estar Disponibles. Y no físicamente que, por supuesto, también, sino presentes… aquí y ahora con los nuestros. Muchas veces estamos físicamente, pero no conseguimos estar disponibles, escuchando, sintiendo, dejándonos impregnar por ese momento. Hacemos lo que podemos, y en determinados momentos de la vida estamos físicamente, pero no estamos disponibles.
Si estoy disponible escucho, río, lloro, me dejo impregnar por lo que el otro trae, bailo con él o ella y no soy un mero espectador… estar disponible tiene que ver con mi capacidad de estar yo bien, de haber trabajado mis heridas, de saber quién soy y qué quiero, de haber desarrollado mi inteligencia emocional… de haber sanado mi herida. Estar en cuerpo y alma, decimos…
- Estar nutridos. Como padres debemos estar nutridos para poder acompañar. Nutridos, sostenidos por otro, sabiendo que si caemos tendremos una buena red de seguridad debajo… sabernos cuidados, sabernos protegidos, sentirnos llenos de amor.
Y no siempre tiene que darse la existencia de esas otras personas físicas haciendo de red de seguridad, a veces es algo más nuclear, más interior, más profundo… una sensación interior de estar a nuestra vez acompañados y cuidados. Cuidar del cuidador, se suele decir de manera popular.
- Desarrollar el músculo de la Aceptación incondicional. Sí a lo que viene, sí a la vida, sí a lo que mis hijos son y necesitan. Cuando queremos tanto a alguien que seríamos capaces de dar nuestra vida por él, es fácil confundirnos y creer saber lo que necesita, lo que quiere, lo que le gusta… y en realidad no sabemos y fácilmente lo confundimos con nuestros propios deseos, sueños frustrados, anhelos… nos enredamos fácilmente. Entrenar este músculo requiere gran constancia y perseverancia… Sería algo así como: te veo, te quiero, se que lo vas a hacer a tu manera, y sé que muchas veces yo no compartiré tu manera de ver las cosas, y aquí estaré cuando me necesites… tarea ardua cuando hubo un día en el que nosotros como padres decidíamos todo sobre esos pequeños cuerpecitos… y qué arte el ir sabiendo soltar para dejarles volar. Y aceptar. Incondicionalmente. Te veo, tú eres tú y yo soy yo… como dice parte del poema de Fritz Perls.
- Cuidar el equilibrio entre cuidar, acompañar sostener y poner límites. En la maternidad al igual que en el Liderazgo, es necesario poner límites, decir hasta aquí, poner unas normas claras y al alcance de todos, tener una alianza, unas reglas del juego… a veces resulta difícil este equilibrio, entre observar y actuar, entre parar y acelerar, entre escuchar y hablar. Tener las habilidades conversacionales necesarias para afrontar conversaciones difíciles, auténticas… desde la asertividad. Ser capaces de hablar de nuestras propias emociones, de nuestras propias necesidades, para después hacer peticiones honestas, sin manipular. Ser capaces de hacer reclamos, de verbalizar lo que nos cuesta decir… ser coherentes y tener coraje.
Y con todos esto dirás… ¿qué hacemos?
Está claro que no hay un manual del padre o madre perfecto, al igual que no lo hay del buen líder… más bien cada uno de nosotros hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Y esto resulta importante también para mirar hacia la relación de nuestros padres con nosotros mismos. Nuestros padres hicieron lo que pudieron con lo que tenían. Cultivar la mirada compasiva y trabajar nuestra herida, se vuelve esencial para sanar el vínculo con los nuestros.
Este es un camino importante para después seguir con el ciclo de la vida hacia abajo, hacia nuestros padres. Así que podemos empezar mirándonos a nosotros interiormente, siendo sinceros en qué nos gusta, en qué nos duele, en qué nos habría gustado que fuera y no fue… lo primero es la honestidad con nosotros mismos y la consciencia. Para este camino necesitaremos una buena cantidad de auto-compasión, para mirarnos y tratarnos con cariño. Todo ha salido bien, estamos hoy aquí y hemos sobrevivido…
Así que la clave para poder estar disponible, nutrido, aceptar incondicionalmente y poner límites tiene que ver con mirarme dentro, dejarme sentir, sanar mis propias heridas, mirar hacia arriba -hacia mis padres, y sanar el vínculo, dar las gracias, tomar lo que me dieron -sabiendo que hicieron lo que pudieron.
Algunas
ideas desde la flexibilidad y el auto-conocimiento:
- Dedícate un tiempo todas las mañanas
al despertarte, aunque sean 5 minutos, para preguntarte: ¿cómo estoy hoy? ¿cómo me encuentro? ¿qué tal he dormido? Tener conciencia sobre nosotros mismos, sobre cómo estamos, nos ayudará a estar más presentes con los nuestros a lo largo del día.
- Si estás triste, estás triste; si estás contenta, estás contenta. Y muchas veces tendremos muchas emociones rondándonos a la vez… Déjate sentir, recordando que no hay emociones mejores que otras… ¡y deja que te vean tus hijos! Qué mejor regalo puedes hacerles que entiendan que estamos vivos, que existen 4 emociones básicas -tristeza, alegría, miedo, rabia- y que todas son legítimas y están ahí por algo.
- Practica el maestro de la escucha con ellos.
Dedica un hueco cada cierto tiempo a solas con uno de tus hijos, y proponte firmemente a escucharle incondicionalmente, tratando con cariño de apagar el ruido de tus propios pensamientos, estando ahí para él o para ella, sin juzgar. Con un mensaje claro y sencillo en tu mente: te veo, te quiero y te acompaño.
- Cuando lleguen los conflictos, pregúntate de manera honesta qué es lo que te ha afectado. ¡Sabemos que a veces es imposible y saltamos a la primera, que hay días mejores que otros, y que no somos personas perfectas! Pero para los días en los que sí podamos, ¡practiquemos! Antes de saltar y levantar la voz, pensemos de manera honesta con nosotros mismos qué nos ha molestado, o qué norma se ha incumplido… y tratemos de tener una conversación asertiva, con firmeza y con amor a la vez.
… y como esto es un viaje para toda la vida, tomémoslo también con humor y con amor
-hacia nosotros mismos. Habrá días mejores que otros, días en los que perdamos la paciencia a la primera, en los que solo estemos con nuestros propios pensamientos y heridas, días en los que nos cueste escucharlos o simplemente estar, claro que sí.
Y la culpa, ¡ay la culpa!
La culpa estará siempre acompañándonos, pero tengamos en cuenta que hay una culpa que llaman culpa sana, que nos acompaña en la vida y es el coste de crecer.
Y es que
la maternidad
y la paternidad son un buen reto, un reto para toda la vida. Donde ponemos al servicio todos nuestros talentos y nuestras virtudes, toda nuestra ilusión y nuestra energía, y todo nuestro amor. Y así, un buen día, poder mirar hacia atrás y pensar:
lo hice lo mejor que pude. Y está perfecto así.
Comentadnos cómo lo veis. Os leemos.